jueves

Los dulces ya no saben a dulce (remembranza de 10 años)

A LUANA .....mi hija.


Jamás he visto ni a Dracula ni a Frankestein, ni al hombre lobo, y aunque yo se que hoy día, en jalogüin, ellos rondan, a mí no me dan miedo ellos, ni las brujas, ni los duendes, ni los gnomos, ni las almas en pena, ni los espíritus chocarreros, a mi no me da miedo ni siquiera pensar que Ollanta gobierne el Perú, nada, 0, nulo. A mí lo que me da miedo es que mi mama me confeccione algún traje de jalogüin, baratito nomas, y que vayamos desde mi casa, y subamos a un micro (en donde todos me miraran mientras se cagan de la risa al ver mis fachas medio zombiescas y a mí me dé vergüenza y a ellos ni siquiera un poquito de miedo) y luego de dos horas bajemos en un sitio que no conozco y que no me importa conocer. A mí me da miedo ir de puerta en puerta pidiendo dulces, y que la gente me mire mal, como si fuese un apestadito (apestado no puedo ser pues, porque soy chiquito) como si fuera un paria, una escoria, una costra en el suave codo de la sociedad. A mí me da miedo cruzarme con un ejército de niños zombis, niños hombres lobo, niños dracula, niños momia (esos si están fregados porque no debe ser fácil que te envuelvan en papel), niños fantasmas (esos se la llevan fácil) y en fin mil ejércitos de niños-algo caminando por calles que no quieren conocer, que no les interesa conocer, que no les alegra ni les entristece conocer. A mí me da miedo que los carros que pasan a 80 por hora me chanquen mientras yo trato de cruzar la pista con mis papas para ir a pedir más dulces, me da miedo estar en medio de un barullo que no conozco, aquel barullo luminoso que me aturde, que me entristece, que me atemoriza, eso si me da miedo. Miedo de verdad.
Yo no quiero disfrazarme de nada ni ir a la casa de nadie para pedir dulces, ni pedir plata ni pedir cariño. Lo que yo quiero es quedarme en mi barrio, jugar pelota con mis amigos hasta altas horas de la noche, pelotear en medio de la pista poniendo piedras en las esquinas para que los carros no pasen, a mi me gusta trepar arboles y correr cuadras de cuadras en medio de un barullo que si conozco, hablar con la calle, mi calle, en el lenguaje que hemos forjado durante tantos años de convivencia. Así que ya no quiero volver jamás a disfrazarme de nada (bueno que se me acerquen y me regalen dulces, eso sí puede ser, mientras sea alguien conocido y no tanto loco que anda suelto) lo que yo quiero es ponerme mi short, mi polo, mi gorra, mi pelota, salir a la calle, mataperrear, pintar paredes, romper lunas, usar cualquier muro de arco y tapar miles de penales y casi goles hasta que la noche se nos venga encima y tengamos que desempatar de algún modo antes que tenga que llegar a mi casa y mis papas me regañen y me dejen sin salir al día siguiente o me metan mi correazo.
Entonces he decidido ya no celebrar jalogüin ni nada que se le parezca, sino celebrar lo que sea que tenga que celebrar con tal que me dejen en paz y hacer lo que se me de la regalada gana. Si me dejan hacer eso, te juro chochera que mañana me busco un cajón y me pongo a cantar a todo pulmón “Te amo PERUUUUU” y que soy el plebeyo el hijo del pueblo el hombre que supo amar. Lo que sea con tal de no volver a subir a un micro disfrazado de un ente espectral en medio de las risas y murmullos de todos, bajar en un lugar que no conozco y caminar, caminar, caminar, porque estoy cansado de caminar, me duelen las piernas, y miles y miles de “ole oles” no van a regresarme el día que me acabo de perder, en donde seguramente habría anotado miles de goles al muro de siempre. Porque me duelen los pies y ya no quiero caminar y con este cansancio y este sentimiento de no saber qué hacer, pues los dulces ya no saben a dulce.

Roosevelt.

No hay comentarios:

GAEL Y LA HISTORIA QUE TOMO OTRO RUMBO

GAEL: Mientras duermes, viéndote descansar, desde cierta distancia, pienso en ti. Cuando la noche llega y el cansancio parece ganar la ba...